miércoles, 23 de diciembre de 2009

¿Quiénes han perdido con el golpe de Estado?

Efraín Moncada Silva, La Tribuna, 23 de diciembre de 2009


Con el golpe de Estado del 28 de junio Honduras no pudo ya iniciar el período de consolidación democrática, más bien se eclipsó el período de transición democrática que se había reiniciado después de los gobiernos militares en 1980, cuando se llevaron a cabo elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente que se instaló el 20 de julio del mismo año; asimismo, se afectó gravemente el principio de subordinación de la institución militar al poder civil que se había logrado a partir de 1994, así como el cumplimiento real de la Constitución, no su acomodamiento a las conveniencias o intereses de determinados sectores o grupos, y el respeto a los derechos fundamentales y a las libertades públicas consagradas tanto en la carta magna como en los tratados internacionales; ciertamente se ha producido un saldo negativo y una involución política y jurídica que ha afectado no solamente al gobierno depuesto sino a los gobiernos democráticos del continente, cuando ya todos creían sepultado ese nefasto fenómeno de la patología político-constitucional.

¿Quiénes han sido los grandes perdedores del golpe de Estado?

1.- En primer lugar, el pueblo hondureño, que con el reaparecimiento nuevamente del espectro de los golpes militares de las décadas de los 60ª y 70ª, son notorias las pérdidas de vidas humanas, violaciones de los derechos civiles y políticos, así como de las libertades públicas y la crisis política, económica y social que están sufriendo los sectores mayoritarios de la nación.

2.- En segundo lugar, un sector importante de instituciones del Estado que se confabularon contra el Ejecutivo, tales como el Congreso Nacional, la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público, el Tribunal Superior de Cuentas, Tribunal Supremo Electoral, Procuraduría General de la República, Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, organismos y órganos cuyos titulares son nombrados y giran en la órbita de influencia del Congreso Nacional, que han perdido credibilidad, legitimidad y confianza del pueblo, sin que hasta ahora se haya logrado una verdadera independencia en las actuaciones de dichas instituciones, lo que ha sido señalado tanto nacional como internacionalmente.

3.- En tercer lugar, las Fuerzas Armadas, instrumentalizadas por grupos económicos y sectores políticos, religiosos y algunos dueños de comunicación social, pertenecientes todos a los grupos reaccionarios del país que frente a las tímidas reformas sociales que intentaba llevar a cabo el presidente Zelaya, vieron en esto una amenaza a sus intereses y al status quo dentro del cual han venido medrando.

4.- En cuarto lugar, la Policía Nacional, que fue concebida para proteger al pueblo hondureño, como un órgano independiente de las Fuerzas Armadas, y organizada con ese objeto desde sus inicios ha sido desgraciadamente desviada de su naturaleza y papel con el golpe de Estado, volviendo a ser como antes, un apéndice o rama de las Fuerzas Armadas que actúa de acuerdo con las directivas que le imparte la cúpula militar.

5.- En quinto lugar el Partido Liberal, que por primera vez en la historia un sector de su dirigencia participó y estuvo de acuerdo siempre con el golpe de Estado contra un gobernante de su propio partido, razón esta que ha sido la causa fundamental de la vergonzosa derrota que ha sufrido en las elecciones del 29 de noviembre pasado.

El propio Partido Nacional, que aparentemente ha salido victorioso de unas elecciones llevadas a cabo en un clima donde no había transparencia, plena libertad ni garantías suficientes para que pudieran concurrir a las urnas amplios sectores de la ciudadanía, por lo que dicho partido político ha resultado también afectado, porque ahora tiene que continuar forzosamente la ruta política trazada por los que concibieron, ejecutaron y avalaron el golpe de Estado.

7.- Además de estos perdedores, hay otros como el Canal de Televisión 36, Radio Globo y otras radioemisoras de diferentes lugares del país, que no pertenecen al círculo de los golpistas, que han venido siendo varias veces interrumpidas en sus trasmisiones por autoridades del gobierno de facto, vulnerando sus derechos y garantías constitucionales, especialmente el derecho de la libre emisión del pensamiento.
Este es el saldo real que ha dejado el golpe de Estado en Honduras, que se creía no volvería a aparecer como signo ignominioso y contrario a la democracia donde el principio cardinal es que el único soberano es el pueblo.

Fuente: Vos el soberano

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Cuenta Final

Editorial Diario Tiempo, 23 de diciembre de 2009

Al fin el Tribunal Supremo Electoral dio a conocer sus resultados finales de las elecciones generales de noviembre/09 y, de acuerdo a ellas, su pronunciamiento sobre las votaciones presidencial, legislativa y municipal, para formar el gobierno del próximo cuatrienio, a partir del 27 de enero/10.

En síntesis, el Partido Nacional (56,56%) obtuvo un triunfo demoledor sobre su adversario tradicional, el Partido Liberal (38,9%), debido a la abstención masiva del liberalismo y del electorado independiente adverso al golpe de Estado del 28 de junio, y los partiditos Democracia Cristiana (1,86%), Unificación Democrática (1,79%) y Pinu-SD (17,9%), ninguno de ellos logró la votación requerida del 2% para conservar su registro como partido, que lo retienen porque consiguieron diputados por residuo electoral.

En todos los niveles de la votación el Partido Nacional tuvo victorias arrasadoras: 71 diputados, 191 alcaldías, frente a 45 diputados y 104 alcaldías del Partido Liberal. 5 diputados para la DC, 4 diputados para la UD y 3 diputados para el Pinu-SD, y la sorpresita de una alcaldía independiente. A simple vista, mediano capote electoral y mandato contundente para el nuevo gobierno.

El Tribunal Supremo Electoral se cuidó, en este momento, de hacer las relaciones de la votación respecto al abstencionismo, seguramente porque allí está el punto sensible de interpretación o lectura a fondo del resultado electoral. De manera salomónica, esa relación queda en un 50/50%, para hacer juego con lo que ocurre en Estados Unidos, y así contar con argumentos de legitimidad para la exportación.

Vistas así las cosas, el verdadero trabajo del tribunal supremo electoral es ése: cuidar el valor publicitario del producto electoral, para apreciar nuestro “sistema democrático”, en lo cual se necesita habilidad aritmética y buena asesoría en técnica computacional, que nunca falta. En términos reales, probablemente el margen de abstención electoral superó el 60%. Pero eso solamente tiene importancia anecdótica en nuestro Macondo político.

Lo que ahora importa de esta cuenta final es la orientación y el destino del próximo gobierno, que aparentemente descansa en una sólida plataforma electiva, pero dentro de una realidad política, económica y social extraordinariamente volátil, con una sociedad profundamente dividida, polarizada y, en algunos aspectos, francamente enloquecida por efecto del terrorismo mediático, de la propaganda ultra.

En estas circunstancias –y con el espectro del fundamentalismo político y religioso, o religioso-político, si se prefiere–, el presidente Porfirio Lobo Sosa estará sometido por una camisa de fuerza, que ahora mismo empieza a cerrársele, tanto en el interior de su partido como en lo atinente a los apoyos de la ultraderecha internacional, principalmente la cubano-norteamericana y la venezolana, sin duda en línea con la política de Estados Unidos hacia América Latina.

Dependerá mucho del carácter y la forma en que el presidente Lobo Sosa maneje esta situación, para hallar una salida a la crisis política y económica que no da visos de desaparecer. Porque, por encima de cualquier consideración política-electoral, el conflicto económico y social sigue incólume, con tendencia a la agudización y sin respuestas inteligentes y pragmáticas en perspectiva.

http://www.tiempo.hn/editoriales

Fuente: Vos el Soberano

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Denuncian continuidad de la represión en Honduras

El coordinador del Frente de Abogados contra el Golpe de Estado en Honduras, Nectaly Rodezno, denunció la continuidad de la ola de violencia y represión del régimen de facto contra el movimiento popular.

Entre los casos recientes mencionó los asesinatos del defensor de los derechos humanos Walter Trochez y de Karen Hernández, esposa de un dirigente antigolpista.

"Es parte de una ofensiva contra la Resistencia y están utilizando la misma metodología de los años 80", afirmó.

Rodezno denunció también el secuestro y desaparición de Carlos Turcios Maldonado y Abner Hernández, del Frente Nacional contra el Golpe de Estado, y de los líderes campesinos Osman Alexis Ulloa y Mario René Ayala, pertenecientes al Movimiento Unificado del Aguán.

El propio coordinador del Frente de Abogados fue víctima de un intento de asesinato el pasado 15 de diciembre cuando un activista del Partido Nacional lo agredió en esta capital.

"Para mi el trabajo que desarrollo es fundamental y no puedo renunciar a esta lucha", dijo Rodezno, quien responsabilizó al régimen de facto con cualquier atentado contra su vida.

Más de 40 líderes del movimiento antigolpista han sido asesinados desde el cuartelazo del 28 de junio contra el presidente Manuel Zelaya.

mgt/car
Fuente: Prensa Latina
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Mientras en Tegucigalpa se mata, el mundo calla

por Cathy Ceibe, enviada especial en Honduras

42 asesinatos, 120 desapariciones, 4000 detenciones arbitrarias… En Honduras, los Derechos Humanos son brutalmente vulnerados desde el golpe del 28 de junio que derribó al presidente Manuel Zelaya. Una represión planificada, desde los órganos del Estado, dirigida a los resistentes al golpe de Estado

El 14 de diciembre, Walter Trochez fue abatido por dos disparos en el pecho. Diez días antes, este militante hondureño de los Derechos Humanos y de los Homosexuales, comprometido en la Resistencia contra el golpe de Estado del 28 de junio que derribó al presidente Manuel Zelaya, había escapado por poco de un intento de asesinato. El 16 de diciembre, el cuerpo decapitado de Carlos Turcio, responsable de la Resistencia, fue encontrado a 300 kilómetros al norte de Tegucigalpa. Cuatro días antes, Santos Corrales García, otro resistente corría la misma suerte.

Desde el golpe del 28 de junio, se han contabilizado al menos 42 asesinatos, 120 desapariciones y más de 4.000 detenciones arbitrarias. Los Derechos Humanos son brutalmente despreciados en un contexto de indiferencia. Lejos de la mirada de la “Comunidad Internacional”, las autoridades usurpadoras tienen las manos libres para desplegar sus planes de muerte.

Para Reina Rivera, presidente del Centro de Investigacióny de Promoción de los Derechos Humanos, Honduras está “frente a una política de Estado, la misma política de seguridad nacional de los años ochenta que consistió en ejecutar a los activistas de izquierda”. En esta época, 182 personas desaparecierona manos del ejército, de la policía y sobre todo del batallón 3-16, transformado en escuadrón de la muerte. Tras el golpe de Estado, “muchos actores sociales han vuelto a salir a la palestra”, prosigue. Y esto molesta a los golpistas cuyo mensaje es claro: “la Resistencia está en el punto de mira porque el régimen de facto no tolera la existencia de ningún movimiento social”, concluye Reina Rivera

“Matar el movimiento de resistencia por la base”

La ex – directora del Secretariado de Estado para la Cultura, Rebecca Becerra fue detenida delante de su hija por una docena de policías, antes de ser liberada. Ferviente opositora al golpe de Estado, la escritora habla de “caza de brujas incesante”. “Vivimos bajo una dictadura que no ha acabado con las elecciones de las que no esperábamos nada”, opina. Antes de mencionar la desaparición de su hermano “porque era secretariogeneral de la Federación de Estudiantes Universitarios”. “La guerra de baja intensidad de la ultraderecha hondureña nunca ha cesado”, explica Rebecca Becerra, aunque dice temer “nuevas estrategias de represión”. Tres dirigentes de la organización política, “Los necios”, a uno de los cuales, Gilberto Ríos, L´Humanité había entrevistado al día siguiente del golpe, se han visto obligados a huir de Honduras en 48 horas tras haber sido amenazados de muerte por los “encapuchados” .

Se trata de “socavar el movimiento de resistencia”, de abajo a arriba, porque es menos visible que si se toca a sus principales dirigentes, opina Reina Rivera. El objetivo es matar la asamblea constituyente impulsada por la Resistencia pero también la misma posibilidad de que una izquierda pueda existir”, tanto más cuanto que esta resistencia diversa y plural ha sabido captar “un movimiento popular hasta ahora ahogado por el capitalismo y un sistema cerrado a cal y canto”, apunta el sociólogo Antonio Cruz Oliva. Una semana antes de su muerte, Walter Trochez fustigaba en una carta pública “un golpe de Estado, augurando un retroceso brutal en la región marcada esta última década por unos gobiernos (…) cuyo denominador común significaba un cambio de rumbo frente al neoliberalismo”.

L´Humanité en español

Fuente: bellaciao.org

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El creciente militarismo de Estados Unidos en América Latina

Oscar Amaya Armijo

Es preocupante, en realidad, el creciente militarismo de estados Unidos en América Latina, pues pone en peligro el surgimiento de las democracias participativas, fenómeno político que remoza las viejas democracias representativas, impulsadas y gestionadas por las oligarquías del continente.

El viejo canon de la democracia, promovida por Estados Unidos, entró en crisis desde que Cuba inició su revolución socialista. Desde entonces, el imperio ha impuesto gobiernos dictatoriales, mediante la vía de la invasión o el golpe de Estado para evitar la modernización política, apuntalar a sus mandaderos oligárquicos y mantener la presencia hegemónica en la región.

Al inicio de la asonada del 28 de junio en Honduras, todos pensaron que se trataba simplemente de contradicciones en el bloque de poder dominante de este país; pero con el transcurrir del tiempo comenzó surgir la garra del imperio. Era necesario no solamente alejar a Honduras del Alba, sino que convertirlo, por nueva cuenta, en portaaviones para urdir una agresión en gran escala contra los pueblos de América Latina

Honduras fue el primer paso, en los planes de dominación imperial, para luego emplazar 7 bases militares en Colombia, igualmente fortalecer las ya ubicadas en Aruba y Curasao y reactivar la vieja Cuarta flota para atacar a los países organizados en el ALBA y CONASUR. A estos países se traslada equipo moderno de guerra y se militariza la frontera entre Colombia y Venezuela.

En estos lugares estratégicos, el imperio se prepara para librar la primera guerra imperialista del siglo a gran escala, y en contra de la casi totalidad de los países latinoamericanos, en los que se incluye Cuba, Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Argentina, Uruguay, Paraguay, República Dominicana, Chile y, eventualmente, El Salvador, países que han iniciado un proceso de modernización de sus anquilosadas democracias.

El objetivo inmediato del imperio es Venezuela, pues aquí se gesta la democracia participativa más fuerte del Cono Sur, y según denunció recientemente el presidente Hugo Chávez, ya comenzaron a sobrevolar el territorio venezolano los famosos aviones “drones”, no tripulados, con la intención de ubicar objetivos, para luego ser bombardeados en una guerra convencional.

Una agresión directa contra Venezuela constituiría un detonante para iniciar una guerra regional de grandes proporciones, guerra que se vislumbra como prolongada y total contra el imperialismo, donde los pueblos del continente jugarían un papel determinante en la defensa de sus derechos democráticos y de las soberanías de cada país.

Por lo que se ve, Estados Unidos apuesta, como siempre, por la guerra, no importándole las cuantiosas pérdidas en recursos humanos, naturales y financieros, y todo para mantener la hegemonía, continuar apoyando a las oligarquías locales y continuar usufructuando los recursos naturales, fundamentalmente el petróleo existente en cantidades oceánicas en la región.

En este continente, Estados Unidos tendría que emplear a fondo todo su potencial, porque enfrentaría una región monolíticamente unida en historia, cultura, inmensos contingentes humanos y recursos económicos. A esto habría que agregar las guerras civiles de carácter clasista que desataría la guerra general en cada país, más la inmensa solidaridad regional internacional.

Losa halcones gringos deben pensar en lanzarse en esta aventura, pues estarían cavando la tumba del últimos de los imperios del planeta.

Fuente: Vos el soberano

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Au Honduras, les putschistes se parent de légitimité

Porfirio Lobo a été officiellement déclaré "président élu", après l’élection du 29 novembre, dont une grande partie de la communauté internationale n’a pas reconnu le résultat.

42 assassinats, 120 disparitions, 4 000 détentions arbitraires… Les droits de l’homme se sont brutalement détériorés depuis le putsch du 28 juin.
Analyste réputé de la vie politique hondurienne, Julio Navarro considère que le régime de facto n’a pas d’autres choix que de dialoguer avec la résistance.

Julio Navarro est sociologue à l’université pédagogique Francisco-Morazan du Honduras

Partagez-vous l’idée médiatisée selon laquelle les élections du 29 novembre auraient mis un terme à la crise politique hondurienne ?

Julio Navarro. Les auteurs du coup d’État ont estimé que des élections régleraient la crise parce que le mouvement de résistance a été massif. Sinon qui peut croire qu’ils auraient exécuté ce coup de force pour ne rester au pouvoir que six mois ? Mais le gouvernement de Porfirio « Pepe » Lobo, élu par 33 % de la population, a un problème de légitimité. Il devra privilégier le dialogue avec les forces qui représentent la résistance.

Pour l’heure, les gestes de « Pepe » Lobo s’éloignent de cette perspective…

Julio Navarro. Porfirio Lobo n’agit pas en ce sens parce qu’il croit, qu’avec le temps, la communauté internationale assimilera la situation. Je crois qu’il se trompe. Il se trouve dans une posture d’autant plus compliquée que sa formation, le Parti national, a certes la majorité absolue au Congrès, mais ce dernier est contrôlé par près 100 députés (sur 128) qui constituent le bloc putschiste parlementaire.

Quels sont les points d’achoppement de la société hondurienne ?

Julio Navarro. La rupture de l’ordre constitutionnel le 28 juin et l’assemblée constituante. Si l’on regarde les antécédents de ce pays, en 1924, en 1956, en 1965, et en 1982, quatre coups d’État ont conduit à une assemblée constituante. Mais cette fois fera peut-être exception. Le bloc constitué par les libéraux, les nationalistes, les démocrates chrétiens, et les sociaux-démocrates est opposé à ce processus. En revanche, il faut porter attention à d’autres secteurs de la société. Les militaires, par exemple, sont favorables à une assemblée constituante afin de renégocier leur assise. Le patronat en a également besoin pour redéfinir la répartition des richesses et le rôle de l’État. L’Église hondurienne, liée à l’Opus Dei, est, elle aussi, concernée parce qu’elle souhaite garder le contrôle de la planification familiale. Le coup d’État met en évidence les conceptions antagoniques de la société.

Et concernant les inégalités sociales ?

Julio Navarro. Elles n’ont pas jeté dans la rue des milliers de personnes réclamant une meilleure répartition des richesses économiques. D’ou l’importance de la résistance qui avance l’idée d’une refonte de l’État pour transformer structurellement le pays et son économie.

Le Honduras a-t-il été un laboratoire de nouvelle forme de déstabilisation ?

Julio Navarro. En dépit des décisions de l’Organisation des États américains (OEA) et de l’ONU, les militaires ne se sont jamais sentis en danger parce qu’ils avaient l’aval du Pentagone. On peut parler de laboratoire au sens ou a été testée la réaction populaire. Le meilleur endroit pour ce faire était le Honduras car ce pays part de l’a priori culturel selon lequel l’opinion publique n’a pas de tradition d’alerte. Or si le peuple hondurien a démenti ce préjugé, imaginez ailleurs… Je ne crois pas cependant en un effet domino, notamment en Amérique du Sud ou les gouvernements ont pris les devants, en écartant les vieilles générations de militaires. En revanche, il faut être attentif à ce rapport entre secteurs militaire et économique. Le jour ou ils se reconnecteront, comme au Honduras ou le secteur privé a financé le coup d’État, alors là, il y aura danger. Quoi qu’il advienne, les événements du Honduras doivent d’abord servir de leçon aux présidents de la région. Ils questionnent l’existence de l’OEA du fait que ses intentions ne sont pas effectives. Enfin, les États-Unis laissent derrière eux une image détériorée et douloureuse de leur action.

Entretien réalisé par Cathy Ceïbe

Fuente: humanite.fr

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¿Amnistía para quién?

Esequías Doblado Hernández

Una cosa ha quedado claro después del proceso electoral, y es que, el mismo no era la solución a la crisis política. Por eso tenemos, bien o mal, un presidente electo bajo la incertidumbre de la ingobernabilidad, tanto por el descontento interno, como por el no reconocimiento de la comunidad internacional, en vista de la no restitución del orden jurídico constitucional.

Por lo anterior, Pepe Lobo ha propuesto un diálogo nacional, diálogo que es ficticio, mientras sea sólo entre los golpistas, mientras en el mismo no se encuentre el Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe como interlocutor, ni la fuerza política que representa el Presidente legítimo de los hondureños don José Manuel Zelaya Rosales y la UD.

También ha propuesto el nuevo presidente electo una amnistía. La pregunta es ¿amnistía para quién? Por un lado, el presidente legítimo actual no ha cometido delito alguno, porque realizar una simple encuesta como la que pretendió llevar a cabo no está tipificado como tal, lo que indica que la intencionalidad de don Pepe Lobo, es saldar las heridas existentes entre los hondureños para alcanzar la gobernabilidad, pero, también la amnistía es una ficción.

La amnistía es una ficción como forma de salir de la crisis política, porque sencillamente se ha concebido para legalizar la impunidad; y ello es sabido por el pueblo, por lo que nunca dará su respaldo moral. Además, a los golpistas no se le puede aplicar, y, si se hace saldrán librados de la persecución penal, sólo momentáneamente, siempre y cuando haya una Corte Suprema de Justicia controlada por ellos.

¿Por qué no se les puede aplicar a los golpistas una amnistía? Porque los que dieron el golpe de Estado no cometieron delitos políticos, sino delitos de orden común. El delito político es aquel que está inspirado en un ideal de justicia social, el que se sustenta en el hecho de que el sujeto activo, tiene una concepción nueva o por lo menos distinta del Estado y del hacer político, con relación al criterio de quienes ostentan el poder y para conseguir materializar su ideal, utiliza métodos que no son admitidos por quienes gobiernan o las leyes que éstos han dictado.

El gran jurista que estoy seguro nadie se atreverá a descalificar, Jiménez de Asúa, cree que el delincuente político busca mejorar las formas políticas y las condiciones de vida de las mayorías, por lo tanto no es un ser peligroso para la sociedad. Se pregunta este autor: ¿Cómo puede serlo quien se propone acelerar el progreso y dar una rapidez mayor a los cambios, probablemente inevitables, lejos de impedir la marcha ascendente de la humanidad?

Además de lo anterior, los que dieron el golpe de Estado son servidores públicos, y de acuerdo con el artículo 321 de la Constitución de la República, éstos no tienen más facultades que las que expresamente les confiere la ley. Todo acto que ejecuten fuera de la ley es nulo e implica responsabilidad. Se encuentran comprendidos en tal concepto los militares, los diputados, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los miembros del Poder Ejecutivo, que son precisamente los golpistas y los cualquier otra institución que dependa del Estado.


Lo anterior expresado se resume en lo que la doctrina jurídica denomina el principio de legalidad, es decir, que el servidor público que transgrede la ley comete un delito de orden común, llámesele abuso de autoridad o cualquier otro de los tipificados en la ley penal.

Esto es así porque los delitos de orden políticos son aquellos en los cuales se atenta contra el Estado, ejemplo, contra la seguridad interior o exterior; o contra la forma de gobierno, entre otros, cuya intencionalidad es la de cambiar el orden social y político en aras de la justicia social. Pero, en el caso de los golpistas, ellos mismos han manifestado que las acciones realizadas tenían como intencionalidad defender “el orden constitucional", mantener el status quo y los privilegios de quienes detentan el poder.

Significa lo anterior que para que sea calificado como delito de orden político la acción delictiva hay que considerar la intención del sujeto activo, que tiene que ser el de cambiar el orden político, económico y social. Ese es el caso de los revolucionarios, que están en contra del orden político establecido. Pero, en el caso de los militares y funcionarios que defienden el Estado, si se extralimitan en sus funciones, sólo cometen delitos comunes y por ello no les es aplicable la amnistía. Es decir, que la amnistía propuesta no tiene sujeto activo a quien pueda aplicarse
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Fuente: Vos el soberano - Tiempo.hn

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El día que los golpistas dijeron la verdad

A Walter Tróchez, defensor de los derechos humanos, asesinado el 13 de diciembre y, en él, a todas las víctimas de la represión fascista.

Helen Umaña

«Creo que Zelaya ya es historia», afirmó el gobernante de facto en los primeros días de diciembre. Como haciéndole eco, similares palabras pronunció Porfirio Lobo poco después de las ilegales y fraudulentas elecciones. Y aunque la intención de tales palabras implicaba el querer lanzarlo al pasado como un personaje políticamente acabado o muerto, en un sentido profundo y trascendente, ni Roberto Micheletti ni Porfirio Lobo se equivocaron: el presidente Manuel Zelaya Rosales ya pertenece a la Historia y su nombre jamás podrá ser borrado a la hora del recuento de los sucesos esenciales del siglo XXI en Honduras, en Latinoamérica y en el mundo.

Para corroborarlo, pensemos en los innumerables textos que proclaman su condición de símbolo: canciones, poemas, caricaturas, fotografías y dibujos… grafican e interpretan diversos significados que conectan con las más sentidas necesidades de estas latitudes del centro de América. Desde los textos espontáneos pero cargados de intensa emotividad, a las expresiones que obedecen a parámetros de mayor exigencia y elaboración. Y todos han surgido no por manipulación forzada sino para dar salida al cúmulo de sentimientos que su figura convoca: cariño, admiración, solidaridad, compañerismo, indignación, agradecimiento, lealtad… Sin vuelta de hoja, como dice la certera metáfora popular, la forma hidalga y digna con que el Presidente Constitucional reaccionó al golpe de Estado, lo catapultó a un nivel que los autores de este delito ni siquiera sospechaban.

La reacción de los sectores marginados de la sociedad hondureña y de los grupos que a ella se integran no surgió por generación espontánea. Al respecto, los historiadores del país, los que apoyan sus afirmaciones con datos, con estadísticas y con citas de pie de página probatorias de lo que afirman, sabrán hacer un minucioso recuento de las acciones que Manuel Zelaya realizó o impulsó y las cuales, al tocar los intereses económicos de la oligarquía hondureña y de las grandes corporaciones internacionales, provocaron el golpe de estado militar-empresarial-institucional que, violentamente, lo sacó del ejercicio de sus funciones de gobierno.

Los sectores más oscurantistas del país lo expulsaron, a punta de bayonetas, de Casa Presidencial, pero no de la Historia. En similar paralelo, en 1842, Francisco Morazán fue derrotado políticamente y asesinado por las fuerzas más reaccionarias de su época. El paso del tiempo reivindicó totalmente su nombre y comprobó la razón que le asistía. Igual sucedió con Jacobo Árbenz en Guatemala y Salvador Allende en Chile. La historia, como dice Gabriel García Márquez, parece dar vueltas en redondo.

Indefectiblemente, lo mismo ocurrirá con Manuel Zelaya Rosales. Que no se equivoquen los golpistas: en el recuento histórico, el balance final lo favorecerá como el primer presidente hondureño que trató de revertir un statu quo de privilegios y quiso poner un alto a la dependencia del Imperio que, por decenios, ha visto a Latinoamérica como patio trasero y fuente de recursos estratégicos vitales.

Quizá ese espíritu aguerrido se remonte a la época de la colonia cuando sus ancestros empezaron a roturar la tierra y a vivir de sus productos generosos. Criollo auténtico, entre sus antepasados está el cura José Simeón Zelaya que, en 1756, inició la construcción del templo mayor de Tegucigalpa, la iglesia de San Miguel Arcángel.

O tal vez, en Manuel Zelaya, el espíritu anticonformista provenga de haber respirado los aires olanchanos. Fragancias purísimas que fortalecieron y alimentaron temperamentos tan imbatibles como los de sus coterráneos Serapio Romero (alias Cinchonero), Froylán Turcios, José Antonio Domínguez, Clementina Suárez y Medardo Mejía. En todos, la rebeldía frente a la injusticia signó su conducta.

Mel Zelaya —como amistosamente lo nombra el pueblo— desde el acto inaugural de su gobierno, expresó esa rebeldía con un gesto que causó estupor e indignación entre propios y extraños: rechazó el discurso oficial que le habían preparado y, con libertad, trazó su propia ruta: la de trabajar buscando el empoderamiento de los sectores tradicionalmente marginados: la Ley de Participación Ciudadana fue aprobada el mismo día que asumió el mando. Para decirlo en buen castellano, —quizás sin que Manuel Zelaya lo advirtiese con total claridad— había activado un poderoso resorte: la visualización del derecho del pueblo a participar en la toma de decisiones en aquello que a sus intereses concerniese.

El Poder Ciudadano estaba en marcha. Y la filosofía que estas dos palabras implican caló hondo en la conciencia de los sectores que, por siglos, han soportado la marginación y la opresión. Véase, si no, las dicentes imágenes que circulan por el mundo en vídeos terribles y a la vez maravillosos: rostros curtidos, bocas desdentadas, mujeres con amplios delantales, garífunas de tambores retumbantes, estudiantes de raídos pantalones… «de pie los pobres del mundo», como dice el estigmatizado himno.

Al finalizar el primer año de trabajo, en 2006, el país cerró con buenos indicadores de tipo económico. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), por primera vez en 16 años, colocó a Honduras en uno de los primeros lugares de crecimiento de la región centroamericana. En 2007 comenzó el programa de protección de los bosques hondureños, especialmente el ecosistema de Río Plátano. Se impulsó el Consejo Hondureño de Ciencia y Tecnología (creación del CEETI) y, sabiendo lo que la educación realiza en materia del despertar de la conciencia, se compraron treintamil computadoras para tecnificar a las escuelas públicas del país. Luego vendría la lucha por el abaratamiento de los combustibles y las negociaciones con Petrocaribe. La incorporación al ALBA y los grandes proyectos agrícolas, educativos y culturales. Los convenios de cooperación en materia de salud con Cuba y Venezuela. El impulso a la energía hidráulica con involucramiento del gigante brasilero. La elevación del salario mínimo a niveles de relativa dignidad. Para culminar con el fundamental propósito de reformular las bases conformadoras del país a través de la elaboración de una Constitución que respondiese a las necesidades de un siglo XXI abierto a las formas participativas, multiculturales y multiétnicas que, en Latinoamérica, exigen la autodeterminación y la vigilancia extrema sobre las riquezas naturales de la región.

Estaba en juego, con la mira en una distribución más equitativa y más justa, todo el tinglado económico detentado en forma hipertrofiada por una burguesía desnacionalizada, avorazada e inhumana que, además, siempre ha actuado en connivencia con el poderío extrafronteras, alertado, además, por el fuerte olor a petróleo que emana de La Mosquitia.

El camino que poco a poco fue afirmando Manuel Zelaya Rosales no fue fácil. Pronto tendría que luchar contra lo que él llamó «los poderes fácticos»: las omnímodas familias, la mayoría de ascendencia árabe o palestina que, por manejar los hilos del entramado económico del país, pronto se lanzaron a una guerra sin cuartel contra él y cuya expresión visible se tradujo en una orquestada guerra mediática cuyos efectos nos llevarían al fatídico 28 de junio.

A partir de esa fecha, la historia de Honduras dio un giro completo. Del desconcierto y la cólera iniciales se pasó a la integración de la mayor fuerza combativa que se ha visto en las calles del país. La llamada Resistencia Popular creció como la espuma y empezó a escribir páginas memorables ampliamente documentadas que le ganaron el respeto del mundo y cuya manifestación culminante fueron las famosas jornadas cuando, hacia Tegucigalpa y San Pedro Sula, convergieron millares de caminantes que provenían de los cuatro puntos cardinales de la República. Multitudinarias fueron, también, las celebraciones del 15 de septiembre cuando, de nuevo, las calles fueron insuficientes para contener a una Resistencia plena de confianza en la justeza de su lucha.

Con el aparente éxito de la estrategia diseñada desde las oficinas de Hillary Clinton, los sectores involucrados en el golpe de Estado (embajada, ejército, iglesia, congreso nacional, corte suprema de justicia, partidos políticos…), a través de sus comentaristas oficiosos y oficiales, han proclamado, con aire de triunfo, la debacle de la Resistencia.

Pero quienes la integramos sabemos que no es así. La solución de la problemática social únicamente se ha postergado. Pero no hemos renunciado a la construcción de la patria que anhelamos. Enarbolando el principio de la lucha pacífica, sabremos encontrar el camino que dé satisfacción a nuestras demandas y cuya expresión será una nueva Constituyente.

Manuel Zelaya Rosales nos hizo ver que ello es posible. Esa es nuestra gran deuda con él. Pudo cometer errores (y quizá el más grande fue confiar en las palabras maquiavélicas del Departamento de Estado y de la Sra. Clinton, a través del ignominioso papel jugado por Óscar Arias), pero hizo tangible un sueño: el de la posibilidad real de luchar, con nuestros propios medios, por la Honduras que brilla en escritores preclaros de nuestra historia. Pienso en «Soñaba el Abad de San Pedro y yo también sé soñar» de José Cecilio del Valle; el Manifiesto de David de Francisco Morazán; el Boletín de la Defensa Nacional de Froylán Turcios; Los diezmos de Olancho de Medardo Mejía; los grandes poemas de Alfonso Guillén Zelaya, Clementina Suárez, Roberto Sosa, Pompeyo del Valle, José Adán Castelar y otros.

Porque, si leemos bien, con un profundo sentimiento de orgullo e identificación, advertiremos que lo mejor del mundo de nuestras letras y de nuestro arte, desde siempre, ha estado y está con la Resistencia.

San Pedro Sula, 16 de diciembre de 2009

(Texto leído durante la entrega de los premios de locución a Radio Progreso, Radio Globo y Cholusat Sur).

Fuente: Vos el soberano

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El ALBA marca la agenda, incluso mundial, y el imperio amenaza

Latinoamérica y Estados Unidos disputan la hegemonía

El ALBA marca la agenda, incluso mundial, y el imperio amenaza




La Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) se ha convertido, por la naturaleza de sus gobiernos y el alto grado de la conciencia social de la población de sus estados miembros, en una verdadera pesadilla para los Estados Unidos, cuyo poder imperial se encuentra cada vez más cuestionado en esta parte del mundo.

No es que el imperio se esté cayendo, pero el malestar de la Casa Blanca se hace más notorio conforme pasa al tiempo. La Secretaría de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, el 11 de diciembre, en un informe sobre la situación política de América Latina, se encargó de encender la chispa al advertir a Bolivia y Venezuela de manera abierta sobre las relaciones diplomáticas con el régimen y gobierno iraníes.

“Si la gente quiere flirtear con Irán, debería considerar las consecuencias que pueden tener para ellos, esperamos que se lo piense dos veces”, fueron las palabras textuales que brotaron de la boca de la canciller estadounidense que no disimula en su papel de proyectarse ante el mundo como la autoridad imperial de línea dura.

Pero la posición de Estados Unidos hacia América Latina más que proactiva se desnuda periódicamente como una expresión de reacción ante el avance sostenido de una emergencia latinoamericanista que está siendo motorizada por el ALBA y de manera particular por los procesos revolucionarios de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. De ahí que las palabras de la Clinton sean vistas como una suerte de exhortación al retorno, sobre nuevas condiciones, de la política del presidente Lyndon Johnson, quien en 1964 proclamó abiertamente que “los Estados Unidos prefieren contar con aliados seguros a tener vecinos democráticos”.

Con la doctrina Johnson —que al mismo tiempo expresaba una readecuación de las políticas “del garrote”, “el buen vecino”, la “diplomacia misionera” y la “Doctrina Truman”—, en América Latina se dio inicio a una cadena de golpes militares que, salvo escasas primaveras democráticas, produjeron e instalaron sangrientas dictaduras hasta mediados de la década de los 80. En Nicaragua se tuvo a la “dinastía de los Somoza” hasta 1979, cuando triunfó la revolución popular sandinista. En Bolivia a Barrientos —­quien en 1967 autorizó el ingreso de marines para enfrentar a la guerrilla del Che—, a Banzer —cuyo lema de “Paz, Orden y Trabajo” persiguió, reprimió, asesinó y exilió a miles de hombres y mujeres entre 1971 y 1978— y García Meza, quien inauguró un régimen claramente narco-delincuencial en 1980. En Chile se tuvo a Pinochet, el motor de la internacional “Operación Cóndor”, hasta 1989, casi un año después de que un referéndum de dijo “No” a su continuidad en el poder.

El alcance de las advertencias de Clinton les queda claro a los presidentes de los países miembros del ALBA. El golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya y el respaldo, abierto a veces y encubierto otras, al gobierno de facto de Roberto Micheletti, se ha encargado de confirmar la profunda desconfianza, traducida en discurso político, de los gobiernos de izquierda en América Latina hacia los Estados Unidos, al punto tal que el 17 de diciembre, en Copenhague, el presidente boliviano Evo Morales afirmó categórico: “Obama es peor que Bush, solo ha cambiado el color del presidente de Estados Unidos”. La realidad es más testaruda que las buenas intenciones.

Marcando agenda

Vista la realidad de América Latina en al menos los últimos cinco años, la molestia e inquietud imperial tiene explicación. El ALBA —como proyecto de integración y unidad latinoamericana— ha crecido a un ritmo sostenido que incluso muchos estudiosos en temas internacionales que miraban con simpatía su aparición han quedado sorprendido por sus resultados.

Impulsada por Fidel Castro y Hugo Chávez en diciembre de 2004 en la ciudad de La Habana, el ALBA parecía un nombre demasiado grandilocuente para un proyecto de integración que empezaba por el afianzamiento bilateral entre dos países y en medio de una situación política de relativa estabilidad en América Latina, a excepción de Bolivia y Ecuador, países en los que las rebeliones indígenas y populares mantenían a raya a los viejos bloques en el poder que, para tratar de oxigenarse, recurrieron a un recambio de presidentes.

Pero el carácter de la tendencia confirmaría la fuerza de razón y la confianza de Fidel Castro —que nunca como ahora había estado tan presente, tan lleno de vida y esperanza, de lo que siempre estuvo— y Chávez —que la historia le ha asignado el papel de vanguardia política—. El líder indígena Evo Morales salió victorioso en las elecciones de diciembre de 2005 con una votación jamás registrada en la democracia boliviana (54%) y el 6 de diciembre ha sido reelecto con un 64%, superando su propio récord.

Pero Fidel, Chávez y Evo estaban lejos de ser “los tres mosqueteros” enfrentando con espadas a la alta tecnología militar y política del imperio. Nada de eso. A partir de 2006 hasta el año que culmina se han sumado Rafael Correa de Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua en la línea de profundas revoluciones en el siglo XXI y otros países del Caribe.

Entre diciembre de 2004 y diciembre de 2009 los resultados se presentan visiblemente superiores a los períodos de los llamados “viejo” y “nuevo” regionalismos, en los que ni con los estados a la cabeza —en el primer caso— y las transnacionales y la economía de mercado —en el segundo caso—, los pueblos habían recibido grandes beneficios a través de políticas sociales ni los estados un alto grado de autonomía —económica y financiera— ante los Estados Unidos. Millones de personas se han beneficiado con la atención de salud, otros tantos miles han recuperado la vista con la “Operación Milagro” y el analfabetismo ha sido eliminado en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador.

Además de las políticas sociales, millones de dólares se han destinado a respaldar a pequeños e incluso grandes productores, el intercambio comercial —si bien tropieza con trabas burocráticas— está avanzando y la complementariedad de economías y vocaciones productivas, por la vía de las “empresas grannacionales”, se perfila como una de las mayores conquistas para el año que viene, a lo que se debe sumar la puesta en marcha del “Sucre”, una moneda virtual para los intercambios comerciales.

Pero no es la cantidad de miembros del ALBA lo que a Estados Unidos le molesta. La inquietud del imperio se hace mayor pues la influencia de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua en América Latina está fuera de toda discusión. Sin forzar el ingreso de otros países a este proyecto alternativo de integración y unidad latinoamericana, los gobiernos de los países del ALBA han dado pasos al fortalecimiento de las relaciones Sur-Sur, tanto dentro de la región como fuera de ella.

El cambio de orientación en el Mercosur —a pesar del bloqueo de la derecha al ingreso de Venezuela—, la fuerza creciente de UNASUR y las relaciones con los países de Asia y Africa se muestran auspiciosas y en poco tiempo han sacado de la agenda internacional el tipo de integración que Estados Unidos promovía con el ALCA —derrotado en Mar del Plata en 2004— y los Tratados de Libre Comercio.

A lo anterior hay que incorporar tres grandes foros internacionales en los que Estados Unidos tuvo que morderse los labios: en la V Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago del 17 al 19 de abril, Barak Obama, a pesar de la sonrisa y los abrazos que le dio a varios presidentes, tuvo que resignarse a: recibir de Chávez el libro Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, minutos después de decir que no había que quedarse en el pasado sino ver el futuro; apreciar los datos precisos de cómo el ALBA representaba beneficios tangibles frente a los perjuicios ocasionados por los tratados de libre comercio, hasta el extremo de reconocer el papel de los médicos cubanos y, sobre todo, escuchar el pedido unánime de levantar el criminal bloqueo a Cuba.

La segunda oportunidad fue la Asamblea General de la OEA en Honduras —poco antes de que Zelaya fuese desplazado por el golpe militar—, en la cual se derogó la resolución por la que se alejaba a Cuba de ese organismo supranacional al que un canciller cubano llamó “el Ministerio de Colonias de EEUU”. Todavía queda fresco el recuerdo de una Clinton en salida rápida de Tegucigalpa y un Tomas Shannon levantando la mano derecha, con los dientes apretados por la rabia, para respaldar la resolución.

Como en la cueca —un baile típico boliviano—, no hay segunda sin tercera. En octubre pasado, en la asamblea general de las Naciones Unidas, el 28 de octubre, Estados Unidos experimentó la mayor derrota ante Cuba. De los 192 países que integran la ONU, solo tres votaron en contra —EEUU, Israel y Palau— y dos se abstuvieron —Islas Marshall y Micronesia—. El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, sostuvo que en realidad la votación fue de 187 a 1. La razón, la relación carnal de Estados Unidos e Israel y la subordinación colonial de los otros tres pequeños países al imperio.

Por si eso no bastara, los liderazgos de Morales y Chávez en el mundo, cada uno con sus peculiaridades bastante ricas, se han extendido hasta el mundo entero. No hay país en el planeta donde una reunión internacional multilateral o bilateral no congregue a miles de personas —movimientos sociales e intelectuales—, para escuchar al comandante que apuesta por el socialismo del siglo XXI y al líder indígena que quiere concretar el paradigma del Vivir Bien con el socialismo comunitario.

Lo obrado en Copenhague confirma lo afirmado. Morales y Chávez, a pesar de la maniobra de querer dejar vacío el encuentro al momento de la intervención de los dos presidentes latinoamericanos, estremecieron y movilizaron con sus palabras a los jerarcas del mundo. El boliviano desafío a organizar un referéndum mundial para decidir sobre el futuro del planeta y el venezolano, sobre la base de que antes que cambiar el clima hay que cambiar el sistema, llamó a los pueblos del Norte a sumarse a la revolución del Sur; es decir, a impulsar la revolución por toda la humanidad en el planeta.

La contraofensiva imperial

Pero pensar que el camino a la emancipación está libre de obstáculos sería una ingenuidad. Así lo entienden Fidel Castro, Evo Morales y Hugo Chávez. El primero, en su reflexión número 99 de este año, advierte que “el imperio está de nuevo a la ofensiva”. El segundo, a propósito de los cuestionamientos de Clinton, anticipó que si Estados Unidos ataca, la región se convertirá en el “segundo Vietnam”. El tercero afirmó que el imperio “está tratando de recuperar su patio trasero”.

Los datos de la realidad son contundentes y las palabras —verbales o escritas— de los presidentes latinoamericanos citados, a los que hay que sumar a otros como Ortega, Correa, Lula y Fernández, están demasiado lejos de ser catalogadas como sensacionalistas.

Estados Unidos, con la gestión inicial de Bush y la ratificación de Obama, ha concretado un convenio que garantiza la apertura de siete nuevas bases militares en territorio colombiano, que se suman a las dos ya existentes. Asimismo, la Casa Blanca ha obtenido el visto bueno de Panamá para instalar cuatro bases militares en los primeros meses del siguiente año.
A esta ampliación del Plan Colombia —cuya ejecución amenaza a otros países— hay que añadir a la Iniciativa Mérida o Plan México, acordada con Vicente Fox y ratificada por Calderón, que está militarizando el territorio mexicano a pasos más acelerados de los previstos.

El presidente Chávez grafica la grave situación. “A Venezuela la están cercando por Aruba, Curazao —dos protectorados de los países del Reino Bajo controlados por el Pentágono (nota de redacción)—, Colombia y Panamá con bases militares”, expresó indignado.

Pero, como tampoco es una sorpresa, la avanzada militar estadounidense en América Latina es para retomar el control total y países como Ecuador —al que se le ha violado la soberanía en marzo de 2008 para asesinar al jefe rebelde de las FARC, Raúl Reyes y otros guerrilleros—, Bolivia —en el que se ha intentado un golpe cívico prefectural en septiembre del año pasado— y Nicaragua —al que es altamente probable se le ponga en marcha una campaña de hostilidad y agresión desde Honduras como en la década de los 80—, figuran como prioritarios en la lista de los enemigos que EEUU se ha propuesto derrotar. Las palabras de la Clinton —que en realidad expresan “la política del doble carril” del imperio— hacen plena prueba. Obama es parte de ella. Brasil también está preocupado y es uno de los más firmes de la constitución del Consejo de Defensa de UNASUR.

El golpe de Estado en Honduras contra el presidente Zelaya el 28 de junio ha sido el punto de quiebre dentro de la estrategia estadounidense. El derrocamiento, además de ser un “castigo” para un político conservador que osó salirse del libreto, fue una señal de advertencia contra los países miembros del ALBA.

Sin embargo, limitar la contraofensiva de Estados Unidos al plano estrictamente militar sería un error. La estrategia imperial se asienta políticamente en México, Colombia, Perú y Honduras. Chile está a un paso de su incorporación. Los grados de adhesión a los planes del imperio solo dependerán de quién resulte electo el 17 de enero de 2010, cuando se registre la segunda vuelta.

El derechista Sebastían Piñera, con un 44% de votación, cuenta con condiciones favorables para dar por finalizada dos décadas de gobierno de la
Concertación, que con el conservador Eduardo Frei apenas llegó al 30%.
Salvo que el joven político Marco Enriquez-Ominami, que con un sorpresivo 20% se ubicó tercero, cambie de opinión sobre su decisión de no respaldar a la Concertación en la segunda vuelta, el triunfo de la derecha pinochetista es un hecho. Pero, aún cuando Frei dé la vuelta la situación adversa, es poco probable el democristiano siga la línea de mayor autonomía que la presidenta Michelle Bachelet desarrolló ante Estados Unidos.

La estrategia del “cerco” estadounidense a los procesos revolucionarios de América Latina también estará en dependencia de lo que vaya a ocurrir en las elecciones de Argentina y Brasil el próximo año.

En síntesis, los dos próximos años serán cruciales para ver la tendencia en América Latina y, sobre todo, el nivel de cohesión y resistencia de los procesos en Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua. La lucha por la hegemonía latinoamericanista o imperialista está planteada.

Fuente:
http://www.la-epoca.com/modules.php?name=News&file=article&sid=1539
Fuente: Vos el soberano
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